El primer negocio que comencé fracasó de la noche a la mañana. El fracaso fue rápido, brutal y completamente imprevisto.
En el año 2000, embarazada de mi hija menor, había dejado mi trabajo en la Universidad y había comenzado una pequeña granja de flores cortadas.
Me dedicaba al tipo de flores que los grandes productores no tocarían: viejos guisantes de olor y verdolaga, delicados aciano y tablero de damas; y las vendía desde una furgoneta Citroen H estacionada en el borde de mi jardín.
Gracias al boca a boca, pronto mi negocio en la puerta de mi granja tuvo una corriente constante de clientes: cada tarde de los viernes 40 o algo así de personas aparecían y compraban manojos de flores para sus mesas de cocina, regalos para sus anfitrionas, ramos de cumpleaños extravagantes.
No era un negocio masivo, pero era rentable, encajaba con mis hijos, y estaba creciendo.
Pero más que eso, tenía una “sensación encantadora” por él, era el tipo de negocio amistoso y generoso que quería construir.
Siempre había una taza de café para el camino, había por lo general pastel, la gente se encontraba con amigos y paseaba por el jardín mientras hacía los arreglos florales. Se sentía como un lugar adecuado, se sentía como un algún lugar para venir y pasar el rato.
Entonces, un día de agosto del 2007, hubo un cambio en las tasas de interés de la hipoteca que coincidió con una suba en los precios de la gasolina.
Ese viernes no llegaron 40 personas por sus flores. Había 3. Lo mismo ocurrió la semana siguiente y la semana siguiente.
Mi negocio había desaparecido.
Preguntando por qué (vacilando, nerviosa, tratando de mantener el pánico de mi voz) todo el mundo me contó la misma historia. Una historia sencilla.
Enfrentando el aumento de los costos, el equilibrio del presupuesto familiar semanal, mis clientes habían cortado pequeños lujos. Las mujeres habían elegido sacrificar su tratamiento floral semanal.
Y mi espacio, el cual creía tan generoso, tan abierto, tan entrelazado en las rutinas de la gente, resultó ser nada de eso.
Uno no puede ir y pasar el rato en un una granja de flores si no estás intentando comprar flores.
La inclusión había dependido de dinero en efectivo.
En los siguientes 10 años mi negocio cambió varias veces; las flores dieron lugar a regalos bordados, mis diseños fueron elegidos por los fabricantes y puestos en producción, tomé la ruta de al por mayor y vendí a tiendas de todo el mundo. Cuando la demanda de mis bordados se hizo demasiado grande, me expandí a diseños impresos y recluté un fantástico equipo de mujeres para ayudarme a expandirme.
A principios de este año (anhelando más conexión con los clientes) empecé un sitio de membresía donde, a cambio de una cuota mensual, los miembros pueden comprar en mi tienda a precio de costo, descargar diseños y patrones de forma gratuita y ver el detrás de escenas.
Para los miembros es un poco como tener acciones en un estudio, para mí es como ser animada por una constante y entusiasta banda de soporte.
Sin embargo…
Tan pronto como había creado esto, empecé a sentirme incómoda; ¿estaba creando de nuevo un lugar encantador, generoso y nutritivo al que sólo se podía entrar si tenías dinero para gastar? ¿Estaba evitando que la gente simplemente pasara el rato y se interesara por cosas además del trabajo? ¿Importaba?
Así que este verano fue dedicado a elaborar una forma de negociar la línea entre la comunidad más amplia de personas que están interesadas en lo que hago (los 17.000 likers de la página de Facebook de Snapdragon, nuestros seguidores en instagram, las personas que se toman el tiempo para inscribirse y leer nuestros boletines) y los miembros de Snapdragon Studio que están realmente dispuestos a poner dinero para apoyar mi creatividad.
Creo que voy a intentar muchas cosas diferentes en los próximos meses, pero mi comienzo es un proyecto ambicioso masivo; una puntada para completar el remiendo de una manta en el próximo año.
Lo elegí por dos razones, en primer lugar porque es un proyecto intensamente personal (es un regalo que estoy creando para mi hija menor para cuando vuele del nido) y en segundo lugar porque no tiene nada que ver con las cosas que tengo a la venta. Ambos me impedirán caer accidentalmente en el modo venta.
Espero que la gente de mi comunidad pase por un rato. Espero que levanten una silla, se sirvan una taza de café, corten una rebanada de pastel y simplemente pasen el rato.
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