La diferencia entre los jugadores profesionales de Poker y lo aficionados es que estos últimos desean certidumbre. Ansían saber cuál es la próxima jugada de sus adversarios, no se sienten tranquilos ante lo desconocido.
Por el contrario, lo profesionales se sienten cómodos con la incertidumbre, entienden que no es posible conocer con seguridad las respuestas. Ellos analizan las probabilidades y juegan de acuerdo con ellas. El aficionado anhela seguridad, el profesional prospera en la ambigüedad.
Quizá eso mismo sea lo que distingue a los aficionados de los profesionales en el arte de vivir. Unos apuestan por lo seguro y los otros viven.
Hunter S. Thompson escribió un maravilloso ensayo llamado ‘Seguridad’ el cual les comparto. (La traducción es mía, así que la falta de calidad literaria sólo puede ser atribuía a este servidor, espero sepan disculparme).
Seguridad… ¿qué significa esta palabra en relación con la vida tal como la conocemos hoy en día? En su mayor parte, significa estar protegido y libre de preocupaciones. Se dice que es el objetivo último que todos los hombres deben esforzarse por alcanzar; pero ¿es la seguridad un objetivo utópico o es otra forma de llamar a la rutina?
Visualicemos al hombre seguro; y por este término, me refiero a un hombre que ha adoptado la seguridad financiera y personal como su objetivo en la vida.
En general, es un hombre que ha dejado la ambición y la iniciativa a un lado y que se ha instalado, por así decirlo, en una rutina aburrida, pero cómoda y segura para el resto de su vida. Su futuro no es más que una extensión de su presente, y él, con un complaciente encogimiento de hombros, lo acepta tal como es.
Sus ideas e ideales son los mismos que los de la sociedad en general y es aceptado en ella como un hombre respetable, aunque mediocre y prosaico. Pero, ¿es de verdad un hombre?
¿Siente algún respeto u orgullo de sí mismo? ¿Cómo podría, cuando no ha arriesgado nada y no ha ganado nada? ¿Qué piensa cuando ve sus sueños juveniles de aventura, hazañas, viajes y romance enterrados bajo el manto de la conformidad? ¿Cómo se siente cuando se da cuenta que escasamente ha saboreado la vida; cuando ve la prisión que ha construido para sí mismo en la búsqueda del todopoderoso dólar? Si él piensa que esto es suficiente, muy bien, perfecto.
Pero pensemos en la tragedia del hombre que ha sacrificado su libertad en el altar de la seguridad, y que desearía poder volver atrás las agujas del tiempo. Es digno de compasión el hombre que no tuvo el valor de aceptar el desafío de la libertad, y no fue capaz de abandonar la comodidad de la seguridad y salir y ver la vida como realmente es, y no resignarse a vivirla de segunda mano.
La vida le ha pasado por un lado a este hombre y él la ha visto desde un lugar seguro, con miedo de buscar algo mejor ¿Qué ha hecho excepto sentarse y esperar a un mañana que nunca llegará?
La vida le ha pasado por un lado a este hombre y él la ha visto desde un lugar seguro, con miedo de buscar algo mejor
Volvamos atrás y busquemos en las páginas de la historia a los hombres que han dado forma al destino del mundo. La seguridad nunca fue asunto suyo, no obstante vivieron en lugar de existir. ¿Dónde estaría el mundo si todos los hombres hubiesen buscado seguridad y no hubieran asumido riesgos o realizado las apuestas que, de ganarlas, les habrían otorgado una vida más rica y diferente?
Es de esos espectadores (que son la gran mayoría) de donde proviene la advertencia de que la vida no vale la pena vivirla, que la vida es un trabajo pesado, que las ambiciones de los jóvenes deben dejarse a un lado, y vivir una vida que no es sino una dolorosa espera de la muerte.
A estos las únicas emociones que les llegan a sus vidas son las que viven a través de libros y películas. Estos son los hombres insignificantes e ignorados que predican la conformidad porque es lo único que conocen. Son los hombres que sueñan en la noche lo que podría haber sido, pero que se despiertan en la mañana para tomar su lugar en la rutina ya familiar y solamente se dedican a existir otro día más.
Para ellos, el romance de la vida hace mucho tiempo que murió y se ven obligados a pasar los años como en una cinta caminadora, maldiciendo su existencia, pero temerosos de morir debido a las cosas desconocidas que tengan que enfrentar después de la muerte. Carecen del único coraje verdadero: el tipo de valor que permite a los hombres enfrentarse a lo desconocido sin importar las consecuencias.
Para concluir, no parece muy adecuado escribir sobre la vida sin mencionar ni una sola vez la palabra felicidad; así que vamos a dejar que el lector responda a esta pregunta por sí mismo: ¿quién es más feliz, el que ha desafiado la tormenta de la vida y ha vivido; o el que se ha mantenido de forma segura en la orilla y se ha limitado a existir?
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