Finman compró sus primeros bitcoins cuando solo costaban 10 dólares y, solo unos años después, se cotizaban a 1.100. Ahora es rico (y presume de ello)
Con solo 12 años, Erik Finman, natural de un pueblo de Idaho, recibió 1.000 dólares de su abuela. Por aquel entonces, hace siete años, casi nadie había oído hablar todavía del bitcoin, peor el chaval se gastó todo el dinero en la criptomoneda.
Al cumplir 15 años se juntó con 100.000 dólares en la cuenta. Fue entonces cuando hizo una apuesta con sus padres: si hacía un millón de dólares antes de cumplir los 18 no iría a la universidad. Y la ha ganado.
Ahora Finman tiene 19 y, a juzgar por su Instagram, se dedica básicamente a alardear de su riqueza. Su página está llena de fotos en los que aparece rodeado de billetes, fusiles de asalto y fumando puros o montándose en jets privados, con proclamas del tipo “A veces solo necesitas un buen cigarrillo para relajarte cuando tienes que vivir con la carga extenuante de tener tanto dinero y demasiadas mujeres hermosas”.
Curiosamente, el adolescente oyó hablar por primera vez sobre el bitcoin cuando su hermano mayor le llevó a una protesta de Occupy Wall Street –el 15-M estadounidense–. Como ha explicado a Arwa Mahdawi en The Guardian, fue entonces cuando se enamoró del potencial revolucionario de las criptomonedas. Y su Instagram, asegura, es solo una parodia (aunque es de verdad rico y adolescente y, sí, se ha comprado tres coches Tesla).
“El avance de las criptomonedas es imparable”
Finman compró sus primeros bitcoins cuando solo costaban 10 dólares y, solo unos años después, se cotizaban a 1.100. Fue entonces cuando vendió parte del botín, lo que le permitió fundar su empresa, Botangle, un sitio web en el que los estudiantes pueden contactar con profesores que enseñan todo tipo de materia. Un negocio que diseñó inspirado en su “terrible vida escolar”, después de que uno de sus profesores le dijo que dejara el colegio para trabajar en un Mcdonals y otro alentara a los estudiantes a burlarse de él.
En 2015, Finman hizo su mejor movimiento comercial: vendió la tecnología de Botangle. El comprador le ofreció 300 bitcoins o 100.000 dólares en efectivo. Y optó por el bitcoin. En ese momento era una apuesta arriesgada, ya que el bitcoin había bajado y valía alrededor de 200 dólares. Pero, a pesar de que la moneda continúa fluctuando salvajemente, todavía está satisfecho con su inversión. Un bitcoin vale hoy alrededor de 6.500 dólares. Finman tiene 401 bitcoins y otras criptomonedas y continúa apostando por su futuro.
“El avance de las criptomonedas es imparable”, aseguraba en una reciente entrevista con Business Insider. “Un único crash no puede cambiarlo. La gente seguirá invirtiendo en ellas y su conexión emocional con las divisas digitales aumentará”.
Los Kardashians en versión Elon Musk
Pese a que han perdido su apuesta, a los padres de Finman no les hace ninguna gracia que no vaya a la universidad. No es de extrañar. Ambos se conocieron en Stanford, donde hicieron sendos doctorados en ingeniería y física. Su madre estuvo en la Nasa en la década de los 80 y, según ha explicado Finman a The Guardian, “casi se convirtió en astronauta en la misión Challenger”. Sin embargo, se quedó embarazada del hermano de Finman y, afortunadamente, evitó el trágico lanzamiento.
El adolescente se refiere a su familia como los Kardashians en versión Elon Musk y, aparte de invertir en criptomonedas, Finman tiene tiempo para dedicarse a la ciencia. Actualmente está trabajando en un proyecto con la NASA para lanzar al espacio un satélite que contiene una cápsula del tiempo digital que contiene música y videos populares, así como otros sonidos representativos de la vida en la tierra, además de un CD de Taylor Swift.
Finman también ha creado una suerte de exoesqueleto basado en el artilugio de cuatro brazos usado por el Doctor Octopus en Spider-Man para un niño de 10 años con problemas de hipermovilidad. El niño, Aristou Meehan, es hijo de uno de los mentores de Finman, y quería su propio traje de Doctor Octopus para ayudar a “resolver sus problemas”
Por el momento, no es más que un prototipo que mostrar en demostraciones, pero todos parecen emocionados con el resultado y Finman no descarta que tenga aplicaciones comerciales. Desde luego tiene tiempo y dinero para lograrlo.
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