California tiene su cuota de calles famosas: Sunset Strip, Rodeo Drive, Hollywood Boulevard. Pero para los emprendedores, la más famosa es Sand Hill Road.
Alineados en este tramo de asfalto fuera de Menlo Park están las firmas de capitales de riesgo élites. Casi todas las compañías de Silicon Valley comenzaron aquí.
Así que fue comprensiblemente estaba un poco intimidado en 2009, en uno de mis primeros viajes de recaudación de fondos para Hootsuite.
¿Me darían los inversores una hora del día? ¿Compartirían mi entusiasmo por construir una plataforma de gestión de redes sociales? ¿Podría siquiera entrar por la puerta?
Pero algo inesperado sucedió; algo casi misterioso. Una y otra vez, dentro de las salas de conferencias, cafeterías o acurrucados en vestíbulos de hoteles, escuché la misma frase de tres palabras de los inversionistas y emprendedores.
“¿Cómo puedo ayudarte?”
Vicepresidentes como Geoff Entress de Voyager Capital me lo preguntó. El Angel inversor Dave McClure me lo preguntó. El CEO de Kissmetrics Hiten Shah me lo preguntó. Éstas eran personas poderosas y extremadamente ocupadas. Y sin embargo aquí estaban ellos ofreciendo su tiempo y experiencia, sus conexiones y poder de pensamiento crítico, a un nuevo emprendedor.
Pasaron casi una década y oí ese mismo mantra de tres palabras el mes pasado, mientras hacía otro viaje al área de la Bahía. En la Startup Grind Global Conference, los emprendedores estrellas en el escenario estaban utilizándolo. En Google, el líder de los proyectos especiales Gia Scinto se sentó conmigo y me hizo la misma pregunta.
Tuve que parar y preguntarme: ¿Qué era tan especial en esta frase de tres palabras? ¿Y por qué tanta gente increíblemente exitosa la utilizaba?
El poder de “¿Cómo puedo ayudarte?”
Cuanto más lo pensaba, más sentido tenía. Si los negocios se tratan sobre todo de a quién conoces, entonces esta simple línea (¿Cómo puedo ayudarte?) podría ser la herramienta definitiva para la creación de redes. En su corazón, es una manera poderosa de acelerar las relaciones y construir buena voluntad.
Al ofrecer ayuda, cultivas una relación instantánea y estableces un sentido inmediato de confianza. En lugar de esperar a que la gente se pruebe a si misma ante ti, tú tomas al toro por los cuernos y te pruebas a ti mismo frente a ellos. Eso crea los cimientos (con una velocidad y eficiencia sorprendentes) para futuras interacciones.
Me sorprendió que todas estas personas salvajemente exitosas hubieran probablemente estado ayudando mucho antes de que tuvieran éxito. De hecho, era probable que su voluntad de ayudar (construyendo conexiones y abriendo puertas como resultado) haya ayudado en buena medida a su éxito.
La clave para consolidar relaciones no es sólo ofrecer ayuda, por supuesto. Es hacerlo y proporcionarla realmente. Lo he visto durante toda mi carrera. Desde nuestros primeros encuentros, por ejemplo, uno de mis inversionistas siempre me ha preguntado cómo puede ayudarme, con consejos, referencias de empleados, por ejemplo. De hecho, debo la mitad de mi equipo ejecutivo a su Rolodex. John Ruffolo, dicho sea de paso, es uno de los inversores mejor conectados y el más exitosos de todos, con una extraña trayectoria. No creo que sea una coincidencia.
Entonces, ¿Cómo funciona?
¿Cuál es el mecanismo misterioso trabajando aquí? ¿Cómo, exactamente, ayudar a otros te ayuda? Bueno, podrías equipararlo al karma en los negocios. Realmente creo que ayudar a otras personas te prepara para el éxito cósmico en algún nivel, ya sea en los negocios o en la vida cotidiana (de hecho, entre menos distinción hagas entre los dos, mejor). Lo que va casi inevitablemente vuelve.
Pero si prefieres una terminología más dura, podrías pensar en la ayuda que ofreces como una inversión. Como cualquier inversión, podría pagar en el corto plazo, o sea posible que tengas que mantenerla a largo plazo, o podría ser un desastre también. Pero encontré (más a menudo que no) que ves un sano retorno de la ayuda que extiendes, aunque generalmente de maneras que son más complejas, misteriosas, y poderosas de lo que puedes imaginar.
Cerca de casa, por ejemplo, yo mentoreo a más de una docena de emprendedores cada año como parte de una iniciativa llamada la próxima gran cosa. Algunos de ellos necesitan ayuda para llevar su producto al mercado; otros buscan encontrar socios y colaboradores. Intento darles mis consejos y tiempo (por lo menos los minutos que puedo darles) libremente. No espero nada más que la satisfacción de ver a los jóvenes emprendedores encontrar sus caminos.
Pero con los años, estos emprendedores han empezado a crear empresas en mi patio trasero aquí en Canadá. Han hecho su parte (en grandes y pequeñas maneras) para comenzar a construir un nuevo centro tecnológico en Vancouver. Cada año, la masa crítica de talento e inversión crece en la región. En última instancia, todos nos beneficiamos. La marea ascendente realmente levanta a todos los barcos.
Tendemos a pensar en los negocios como calculados y a veces cruelmente darwinianos. Pero la verdad es que el interés propio y un hombro frío sólo te llevarán hasta ahí. Independientemente de lo ocupadas que estén las cosas o de lo abrumadora que sea la competencia, he descubierto que el verdadero éxito a menudo comienza con tres simples palabras: ¿Cómo puedo ayudarte?
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