Cuenta una historia que un viajero había llegado a las afueras de una aldea y acampó bajo un árbol para pasar la noche. De pronto, llegó corriendo un joven que, entusiasmado, le gritó: "¡Dame la piedra preciosa!"
El viajero, desconcertado lo miró y le contestó: "Lo siento, pero no sé de qué me hablas".
Más calmado, el aldeano se sentó a su lado. "Ayer por la noche una voz me habló en sueños", le confesó. "Y me aseguró que si al anochecer venía a las afueras de la aldea, encontraría a un viajero que me daría una piedra preciosa que me haría rico para siempre".
El viajero buscó en su bolsa y extrajo una piedra del tamaño de un puño.
"Probablemente se refería a ésta. Me pareció bonita y por eso la cogí. Tómala, ahora es tuya", dijo, mientras se la entregaba al joven.
¡Era un diamante! El aldeano, eufórico, lo cogió y regresó a su casa dando saltos de alegría.
Mientras el viajero dormía plácidamente bajo el cielo estrellado, el joven no podía pegar ojo. El miedo a que le robaran su tesoro le había quitado el sueño y pasó toda la noche en vela.
Al amanecer, fue de nuevo corriendo en busca de aquel viajero y nada más verlo, le devolvió el diamante. Muy seriamente, le suplicó: "Por favor, enséñame a conseguir la riqueza que te permite desprenderte de este diamante con tanta facilidad".
Fuente: http://redalmados.wordpress.com/2014/04/16/la-verdadera-riqueza/
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