Negociostotales: Una cosa es desear algo y otra estar preparado para recibirla

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miércoles, 31 de julio de 2019

Una cosa es desear algo y otra estar preparado para recibirla

Por Francisco Alcaide Hernandez | Publicado en Interés General | 30 de julio, 2019
Felicidad
Las leyes espirituales señalan que todo ocurre en el momento oportuno. Por eso, una cosa es desear algo y otra estar preparado para recibirla. Lo explicaremos con una metáfora. Quién eres, podríamos representarlo con un cuenco (tu preparación), mientras que el contenido (oportunidades) vendría a ser lo que se vierte sobre el cuenco.
Si la cantidad que se vierte excede el tamaño del cuenco, la conclusión es evidente: el agua se desborda.Ya hemos dicho que el problema nunca es el tamaño del problema, el problema es tu tamaño. Cuanto mayor es el desarrollo personal de una persona, mayores retos, desafíos y responsabilidades puede asumir.
Por decirlo de algún modo: es muy difícil que juegues en primera división cuando ni siquiera eres capaz de hacer un buen partido en segunda división; es muy difícil que seas capaz de administrar un millón de euros cuando ni siquiera puedes gestionar dos mil euros y se te van de las manos; es muy difícil que te ofrezcan una conferencia ante un auditorio de mil personas si no tienes el valor de hablar delante de quince personas.
En cierta ocasión, charlando con Emilio Butragueño, Director de Relaciones Institucionales del Real Madrid, le comentaba que me sorprendía como a veces gente muy joven debutaba en el primer equipo (por ejemplo, Raúl González que debutó con 17 años) sin teóricamente estar su cuerpo formado o por la presión de esas situaciones. Y esto fue lo que me contestó:
— La vida casi nunca te pone delante de retos para los que no estás preparado.
Así es. Y si por algún motivo fuese, el desenlace no es difícil de pronosticar: fracaso… y volver a empezar. Desde aquí muchas veces hemos repetido esta afirmación:
Si tu vida no es como te gustaría que fuese, hay algo que no sabes o no estás haciendo bien
Si uno acepta esta afirmación y pone la responsabilidad de su vida sobre sus espaldas —autorresponsabilidad como primer requisito para triunfar—, habrá que indagar las causas (los porqués) de por qué nuestra vida no es como nos gustaría que fuese. Aquí van sólo algunas pistas:

1. Falta de conocimientos.

Parece obvio, pero algunas personas lo olvidan. Si quieres diseñar una casa, tienes que saber de arquitectura para trazar los planos; si quieres defender a un acusado, tienes que saberte las leyes penales de cabo a rabo. Esto es evidente en algunas profesiones pero no tanto en otras menos reguladas: vendedor, empresario o conferenciante, por señalar algunas.
Dicho de otra manera: estudia todo lo que puedas sobre lo tuyo; lee, ve vídeos, asiste a seminarios. Ya sabes lo que decía Jim Rohn, uno de los personajes de Aprendiendo de los mejores (Alienta, 8ª edición): «Los hombres de éxito tienen grandes bibliotecas; el resto, grandes televisores». Saca tu mismo las conclusiones.

2. Falta de habilidades.

La teoría es un factor acelerador del éxito, porque te permite saber por qué las cosas son como son, pero teoría sin práctica es utopía. Conocimiento no es sabiduría; sabiduría es hacer las cosas. Lo importante no es lo que lees y sabes sino lo que haces y consigues. El conocimiento para ser útil tiene que ser conocimiento práctico.
Este es el motivo explicativo del por qué mucha gente tiene muchos conocimientos (títulos/seminarios) pero pocos resultados (dinero). Les falta práctica y calle. Sólo se gana control ejecutando: a vender se aprende vendiendo; a conducir se aprende conduciendo; y a ser emprendedor montando empresas. La teoría toma forma y se consolida con la práctica.

3. Falta de perseverancia.

Woody Allen decía: «el 90% del éxito es insistir». Oscar Wilde afirmaba: «El éxito es una cuestión de perseverar cuando los demás han renunciado». Cela afirmaba: «Quien resiste, vence». Y Zig Ziglar sentenciaba: «No se desanime, a menudo es la última llave del llavero la que abre la puerta». Nosotros estamos de acuerdo con todas estas afirmaciones.
La experiencia dice que la gente se fija metas, se pone en marcha, pero en algún momento del camino, se cansa y abandona. Nada sale bien a la primera. La vida es una cuestión de ensayo y error hasta dar con la combinación que abre el candado. Siempre hay un número secreto, de lo que se trata es de encontrarlo. Perseverar para alcanzar es la fórmula.

4. Falta de fe.

A menudo, la gente desea cosas pero cree que no son capaces de conseguirlas. Creen que están fuera de su alcance. Las ven muy lejanas. Creen que aquellos que consiguen resultados grandes son mejores, especiales o una especie de iluminados. Todo en esta vida es estudio y practica con un sentido claro de dirección obteniendo feed-back por el camino. Hasta lo más insospechado se hace realidad. La FE elimina todo tipo de límites.
De hecho la definición de milagro es ésta: manifestación material de la FE. Los milagros, esos hechos excepcionales que no tienen explicación, existen porque alguien tuvo FE. No existen milagros sin FE. La FE es una colaboración con el Universo, con esa inteligencia superior que ordena el Universo y que pondrá en nuestro camino a las personas, ideas, recursos y circunstancias precisas para que lo que deseamos se haga realidad. Es la sincronicidad del Universo.
Ya lo dice uno de los textos clásicos: «De acuerdo a tu FE, así recibirás». Tu FE son tus creencias; y te conviertes en lo que crees, te guste o no. Quimby aseguraba con finura: «El hombre es una expresión de su creencia».

5. Falta de deseo (ardiente).

No se trata de desear algo, sino de desearlo ardientemente (burning desire). No es lo que dices que quieres, es lo que sientes que quieres. El deseo auténtico es un pensamiento de conseguir algo magnetizado con la emoción y la FE.
Como se recoge en Tu futuro es HOY (Alienta, 2ª edición) con palabras de Napoleon Hill: «Un deseo débil trae resultados débiles de la misma forma que poco fuego da poco calor. Hay una cualidad que se debe poseer para ganar y es la claridad de propósito: saber qué se quiere y deseo ardiente por conseguirlo».
Es un deseo que trasciende todo. Es desear algo con toda tu alma. Ese deseo (ardiente) es el que te lleva a continuar cuando todo invitar a abandonar. Ese deseo es el que te lleva a seguir apretando los dientes, cuando a primera vista parece que las probabilidades están en tu contra. Es un deseo que sólo admite dos opciones: ganar o morir.

6. Falta de claridad de metas.

A veces el problema no está en que el deseo sea ardiente o no, sino que no se sabe lo que se quiere. Diversos estudios han concluido que el 97% de la población no sabe lo que quiere ni a dónde se dirige, y va deambulando y moviéndose por inercia, viviendo el día a día. Sólo el 3% tienen sus metas claras y por escrito.
Brian Tracy, otro de los personajes también incluidos en Aprendiendo de los mejores dice: «Una persona de inteligencia media con unas metas claras supera siempre a un genio que no sabe lo que quiere». Sólo cuando sabes lo que quieres puedes concentrar todas las energías y fuerzas hacia ese objetivo, de otro modo, las energías y fuerzas se dispersan.
¿Sabes por qué te sacaste una licenciatura universitaria? Porque decidiste lo que querías. ¿Sabes dónde has ido o dónde vas este verano de vacaciones? Porque lo decidiste dónde ibas. Y así con todo. Puedes llegar a cualquier sitio si lo has definido por anticipado, sólo es cuestión de encontrar los medios.
Tracy también escribe: «Vivir sin unas metas claras es como conducir en medio de una espesa niebla. No importa lo potente o bien construido que sea el coche, conduciremos con lentitud y vacilación, progresando muy poco, incluso en la mejor de las carreteras. Decidir nuestras metas hace que la niebla se disipe de inmediato y nos permite concentrarnos y canalizar nuestra energía y nuestros conocimientos».

7. Falta de un plan de acción.

Sin planes, uno va dando bandazos de un lado para otro, se convierte en una especie de veleta que se deja llevar por el viento que sopla en cada momento. Un plan, es una estrategia que te permite pasar del punto A (dónde estás) al punto B (dónde quieres llegar a estar).
Los planes son el puente que conecta nuestros sueños con la realidad. Cualquier plan es mejor que ningún plan, porque aunque no sea perfecto te lleva a actuar, y aunque las cosas no salgan bien a la primera, obtienes experiencia e inputs que te llevan a ejecutar con mayor precisión a la siguiente ve.
Como decía Edwin Land, fundador de Polaroid: «Un error es un acontecimiento cuyos beneficios todavía no se han convertido en ventaja». La gente ganadora siempre está fuerte orientada a dos cosas: qué quieren conseguir (metas) y cómo conseguirlo (planes). Tu plan es tu hoja de ruta. Fíjate en una licenciatura universitaria.
Al comienzo de tus estudios ya está trazado el plan para los próximos cuatro años: qué asignaturas cada año, cuáles cada cuatrimestre, cuáles son los horarios de cada una de ellos y cuándo los exámenes. Y tu ejecutas ese plan… y obtienes tu licenciatura. La gente no planifica, porque planificar exige esfuerzo y somos víctimas de la perecitis. No planificar es más cómodo que planificar.

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