Roberto Crobu
A una acción siempre le antecede un pensamiento.
Y a una no acción también.
Si queremos ir a la causa del porque repetimos comportamientos cuyas consecuencias no nos gustan y no sabemos como dejar de hacerlo, o porque no conseguimos intentar ciertos comportamientos que nos gustaría tener, tendremos entonces que investigar qué pensamientos están detrás de esas acciones equivocadas consumadas o no acciones.
Puede que ahí encontremos pensamientos que nos conecten con emociones como el miedo o la preocupación, o incluso la tristeza y, en todo caso, un sentimiento de malestar, bien por no haber sido capaces de dar la vuelta a esa situación, o bien por no estar conforme con sus consecuencias.
Una de las creencias que están detrás de un comportamiento no ejecutado o permanentemente pendiente de hacer es el famoso “NO PUEDO”, basado en razones, excusas, o incluso evidencias pasadas concretas o generalizadas, extraídas de una situación y aplicadas a su generalidad.
La cuestión ante esa creencia no consiste tanto en perderse buscando las causas para cambiarla, cuando nació, que eventos o episodios le dieron fuerza, porque se arraigó en nosotros, etc. En esa búsqueda es posible que acabemos gastando demasiado tiempo para lograr algún resultado medianamente satisfactorio. No es yendo al pasado que conseguimos cambiar o encontrar soluciones al presente, sino trabajando sobre el mismo presente como transformamos nuestro futuro.
Existen distintas maneras para transformar esta creencia limitante en una oportunidad de mejora que potencie la función dinámica de la persona hacia la consecución de resultado, en lugar de bloquearla o enquistarla en la evitación.
El “NO PUEDO” es la expresión de una indefensión aprendida ante un problema, lo cual, para salir de esa indefensión, requiere que la persona sea capaz de encontrar, de alguna manera, una fisura ante el problema que le ataña donde se vea capaz de hacer algo que dependa de sí misma y recobrar un poco de control como para sentir que vuelve a “tomar las riendas” de esa situación o problema.
La estrategia que comentaremos a continuación es de fácil aplicación para un Coaching Ejecutivo aplicable al ámbito profesional, o también al Coaching Deportivo, cuando un deportista siente que “no puede” o no consigue ejecutar una acción o movimiento.
La estrategia se llama: Reducción al tamaño controlable.
Es una de las estrategias más eficaces y consta de los siguientes pasos:
1. Separar el problema en partes (3 o 4 partes), como si fueran pequeñas etapas.
2. Tras separarlo, pedir a la persona que se analice en su actuación ante cada una de esas partes: observar que hace bien y que puede mejorar.
3. Valorar de partida las partes que hace bien y funcionan y extraer que estrategias se usa la persona como para que su ejecución en esas partes sea más eficaz.
4. Analizar de qué manera las estrategias que funcionan esas partes, puedan ser aplicadas en las otras partes.
5. Luego plantear la elección de uno de los aspectos de más fácil abordaje acerca de aquello que puede hacer mejor: centrarse solo en ese aspecto y marcarlo como objetivo inicial, olvidándose del problema en su globalidad, puede representar un principio de alivio y reducción de la carga emocional estresante.
6. Tras ello, dedicarse a crear un plan de acción para mejorar esa parte específica.
7. Si el problema persiste, entonces es bueno separar esa parte en otros 3 o 4 micro-partes y repetir el proceso.
8. Si la persona observa tras un periodo de entrenamiento que ha mejorado su ejecución en esa parte, entonces pasar o otras partes del problema que estén todavía pendientes de mejora y repetir el proceso.
Fuente: robertocrobu
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